La economía de la ex-colonia española es tan dependiente de los envíos de dinero de los emigrantes, que algunos estudios apuntan a que se colapsaría por completo si estos se redujeran tan sólo a la mitad. En el 2005 representaban cerca de 10.000 millones de dólares y en 2008 se incrementaron hasta los 15.900 millones de dólares, sin tener en cuenta las cifras no oficiales, que seguramente son mucho mayores. Estas cifras indican que Filipinas es el cuarto país beneficiario del mundo en recibir estos envíos de emigrantes extranjeros después de India, México y China. En un país con innumerables riquezas naturales y otras muchas posibilidades económicas, alrededor de un 13'5 % del Producto Interior Bruto (PIB) proviene del dinero que los emigrantes envían a sus familias.
En algunos sectores laborales alrededor del mundo la presencia filipina es omnipresente. Por ejemplo, uno de cada cuatro marineros en todo el mundo tiene pasaporte filipino y cientos de miles de enfermeras del país asiático trabajan en hospitales y clínicas de Estados Unidos y Canadá. Los obreros cualificados, electricistas, fontaneros o asistentes domésticas de Arabia Saudí y Dubai suelen ser en su mayoría Filipinos.
Los OFWs (Trabajadores Filipinos en el Extranjero) que han emigrado de Filipinas y residen por todo el planeta contabilizan unos once millones, un 11% de la población total, repartidos de la siguiente manera por más de 200 países:
- En Austria: 25 ,000
- En Alemania: 40,000
- En Arabia Saudí: 900,000
- En Australia: 400,000
- En Brunei: 25,000
- En Canadá: 450,000
- En Corea del Sur: 70,000
- En los Emiratos Árabes Unidos: 300,000.
- En España: 275,000
- En Estados Unidos de América: 2,500,000.
- En Francia: 35,000
- En Gran Bretaña: 150,000
- En Grecia: 60,000
- En Hong Kong: 150,000
- En Israel: 50,000
- En Italia: 150,000
- En Japón: 300,000
- En Kuwait: 125,000
- En Líbano: 25,000
- En Malasia: 350.000
- En México: 200,000
- En Qatar: 150,000
- En Singapur: 125,000
- En Taiwan: 75,000
También residen en numerosos países de América Latina, como Argentina, Chile, México, Perú y Puerto Rico, donde los filipinos se encuentran identificados con las costumbres locales debido a que comparten las mismas raíces culturales y a la facilidad para aprender un idioma muy similar al suyo propio.
Dentro de Europa, España es un destino especialmente atractivo para los filipinos, ya que permite la obtención de la doble nacionalidad a todos aquellos con un año de residencia legal, al tratarse de ciudadanos de una ex-colonia española.
El Gobierno filipino, consciente desde hace años de que su principal exportación es la mano de obra, cuida especialmente este recurso humano, con cursos especiales para quienes quieran emigrar, en muchos casos gratuitos. Ahí está el ejemplo de los cursos para “súper domésticas” que ofrece la escuela estatal de formación, el TESLA, donde cientos de mujeres, algunas con títulos de maestras o secretarias, aprenden a planchar, cocinar y hacer la cama según las costumbres de destinos como Canadá, Estados Unidos, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Japón, España, Italia o Brunei. El programa incluye también una formación de primeros auxilios, trabajo en equipo, prevención contra posibles abusos y, sobre todo, un trato profesional con los futuros jefes.
El gobierno ofrece otros cursos en campos como la informática, la hostelería o la enfermería con el fin de preparar a los nacionales para trabajar en el extranjero con la esperanza de que esa iniciativa revertirá en divisas para el país.
Y lógicamente, las Filipinas sufren de la fuga de cerebros y personal cualificado (ingenieros, economistas, abogados, médicos, enfermeras, etc.) que son quienes en definitiva vertebran un país y que en Filipinas acaban cada vez con más frecuencia en el extranjero. Aunque se tiende a pensar que la mayoría de inmigrantes proceden de los sectores más pobres de sus países de origen, en muchos casos la verdadera fuga la suelen protagonizar las clases medias, algo que en Filipinas es especialmente cierto. Según datos de la Oficina administrativa para filipinos trabajando en el extranjero, en torno al 90% de los filipinos contratados en otros países tienen formación secundaria y/o profesional y muchos de ellos han pasado incluso por la universidad. La mayoría hablan bien inglés y no es infrecuente que lo escriban mejor que quienes les dan empleo.
En la quinta nación con más hablantes de inglés del mundo, la enseñanza universal y obligatoria, las escuelas medias, la formación profesional, e incluso universitaria, son inversiones públicas que sólo se rentabilizarán cuando llegan las remesas que mandan los profesionales emigrados. El trabajo de esos profesionales cualificados es un requisito previo para la modernización de las estructuras de producción y mejora de la salud y educación en cualquier en vías de desarrollo.
Aunque también conviene precisar que en realidad la gente responde a los incentivos creados por la emigración: e intentan adquirir la formación necesaria para conseguir grandes ingresos en el extranjero. Ésa es la razón de que Filipinas, que envía al extranjero más enfermeras que ningún otro país en desarrollo, todavía cuente con más enfermeras per cápita en el propio país de las que tiene Gran Bretaña. Recientes investigaciones muestran también que un gran aumento repentino de la emigración cualificada desde un país en desarrollo a un destino que favorezca unas cualificaciones determinadas puede provocar el correspondiente aumento repentino en la adquisición de esa formación en la nación de origen.
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