Según la reconstrucción oficial, milicianos del grupo islamista Abú Sayyaf, disfrazados con uniformes de la policía, hicieron explotar dos bombas contra un edificio del ministerio de Educación y en una zona de aparcamientos junto a la iglesia de Santa Isabel, en el centro de la ciudad de Isabela. La primera bomba estaba disimulada en una furgoneta y la segunda en una moto, que estalló unos minutos después. Los rebeldes dispararon luego contra los civiles que trataban de protegerse, tras lo cual se enfrentaron con las fuerzas de seguridad en un tiroteo que que duró alrededor de tres horas.
Según el general Ben Dolorfino, jefe regional del ejército, "los terroristas querían secuestrar a una figura de alto nivel y las explosiones eran un elemento de distracción.. Pero no habían previsto que nuestros hombres reaccionarían de inmediato".
Las Fuerzas Armadas de Filipinas han comenzado a estrechar ahora el cerco sobre los terroristas que consiguieron escapar, acordonando varias zonas donde se cree se hayan escondidos. Todos los comercios han cerrado sus puertas y los servicios del ferry entre la ciudad de Zamboanga hasta la isla han sido suspendidos.
“Nuestros marines tienen ahora la situación bajo control, y las operaciones siguen en marcha. Hemos acordonado la ciudad y estamos pidiendo a sus habitantes que mantengan la calma”, añadió el comandante de la Marina, general Juancho Saban. “No podemos confirmar bajas en otras zonas, no sabemos los objetivos específicos pero, definitivamente, estos ataques terroristas están destinados a crear el caos”.
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